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"En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres".  Aquí no se especifica la vida física, sino la vida eterna, la vida que es exclusiva propiedad de Dios.  El Verbo, que estaba con Dios y que era Dios, poseía esa vida.  La vida física es algo que ha recibido cada individuo.  No es eterna ni inmortal, pues la toma de nuevo Dios, el Dador de la vida.  El hombre no tiene control sobre su vida.  Pero la vida de Cristo no era prestada.  Nadie puede arrebatarle esa vida.  "Yo de mí mismo la pongo", dijo.  "En él estaba la vida": original, no prestada, no derivada de otro.  Esa vida no es inherente al hombre.  Sólo puede poseerla por medio de Cristo.  No puede ganarla; le es dada como una dádiva gratuita si quiere creer en Cristo como su Salvador personal.  Esta es la fuente de vida abierta para el mundo

(ST 13-2-1912)